Mirando sus manos, duras, grandes y castigadas, podemos darnos idea de lo dura que ha debido de ser su vida laboral, su lucha por sacar adelante, año tras año, sus vinos a la luz.
Víctor Robles, un hombre que presume de tener unos vinos de siempre, con olor y sabor a vino, como debe ser un autentico Prieto Picudo.
Nos recibe en su bodega, subterránea, fría y limpia, donde sus vinos descansas y se forman antes de ser embotellados y acompañarnos en fiestas, comidas y reuniones. Son vinos para disfrutar, para saborear... recuerdan a los vinos de antaño, donde se le daban importancia especial al sabor.
Nos acompaña su hijo Jorge, igual que su padre, duras manos que denotan que ha heredado las ganas de trabajar el campo.
Ambos se niegan a dar matices diferentes a sus vinos. Sus vinos son vinos de siempre, casi ecológicos, con olor y sabor a autentico.